jueves, 28 de febrero de 2013

Toni canto y la idiotez de un politico

Toni Cantó. Explicación científica a la gilipollez inexplicable

Le sigo dando vueltas al tema que relaciona al oportunista actor y político Toni Cantó con la violencia de género. Lejos de la ironía más o menos acertada con la que argumento en muchas ocasiones mis textos, me estoy dando cuenta de que la ligereza con la que personas de este tipo hablan de temas tan importantes, podría ser directamente proporcional a la lentitud de regeneración de sus neuronas. Lo que técnicamente se conoce como neurogénesis.

Sinceramente creo que no hay que culpar a este tipo de personajes ni de sus propios comentarios. Lejos de pensar en alguna enajenación transitoria, habría que buscar otros motivos para entender esa facultad innata de cagarla de forma estrepitosa y sin consuelo, prescindiendo así de las valoraciones personales como barómetro de medida en cuestiones de intelectualidad de este tipo de políticos que dicen representarnos.

Si este comentario hubiere o hubiese venido de una persona diagnosticada de Alzheimer, no creo que la más mínima parte de la opinión pública hubiera o hubiese tomado interés en recriminar al actor/político/modelo que, según dice una amiga mía, -no entro en valoraciones-, tiene la boca bonita.

Desde el punto de vista holístico en el concepto humano, resulta abrumador pensar en la cantidad de motivos que, desde el desconocimiento de la vida y milagros de este Orestes de turno, han llevado a dicho personaje a realizar tales citas. Unas afirmaciones propias de engendros mediáticos a la altura de otras lindezas como "nunca he leído un libro porque no tengo tiempo y por eso compro discos", "perdimos porque no ganamos" o aquella de "las películas de hoy son muy raras porque te hacen pensar".

Buscando en la basura, podríamos pensar en la emoción del momento y atribuirlo a una posible y desmedida ingesta de alcohol en su juventud que está demostrado frena el proceso de maduración del cerebro. También a una escasa actividad física, que constituye del mismo modo a una desaceleración de la regeneración neuronal; a algún golpe o simplemente a un proceso derivado y asociado a un mal despertar. Desde la honestidad, creo que es imposible decir tal gilipollez y con eso pensar se está defendiendo algo para algún sector de la población.

Tenemos que terminar con los malos tratos y hacer lo posible por entender, de una vez por todas, que existe una mayoría. La de las mujeres maltratadas que no denuncian por miedo al hijo de la gran puta que tienen al lado. Y también nos podíamos plantear recoger muchos millones de firmas para que los incompetentes políticos gilipollas del tipo Cantó, desaparezcan de la estructura ¿dirigente?


sábado, 2 de febrero de 2013

Los escaldos


Los Escaldos

Los escaldos eran poetas-guerreros vikingos, itinerantes que acudían o seguían a los reyes y los grandes señores. Aunque este arte se desarrolló en el continente, acabó siendo una especialidad islandesa tan apreciada en su propio país como en los reinos nórdicos y las Islas Británicas. Algunos llegaron a tener su propia saga, como Gunlaug lengua de víbora. Escucharemos a una reina vikinga, Thyre, contar el mítico origen de ese arte que les legó el mismísimo Odín: “Hubo un tiempo en que las dos razas de dioses, aser y vanir, estuvieron enemistadas. En un determinado momento, hubo un encuentro para hacer las paces. Como símbolo de su reconciliación, pusieron una cuba en medio de todos y escupieron en ella. Más tarde, los dioses, sabiendo que aquella manifestación de la paz entre ambas razas era algo muy poderoso, hicieron con su contenido a un ser, al que llamaron Kvasir y que, con el tiempo, fue considerado tan sabio que no había pregunta que no supiese responder, aunque su principal virtud era el arte poético. Un día, Kvasir salió a dar una vuelta por los mundos que habitaban los distintos seres. Así llegó a la casa de los enanos Fialar y Galar que, conociendo la historia de su creación, decidieron matarlo. Con su sangre mezclada con miel, llenaron tres recipientes. Y aquel hidromiel resultante era tan poderoso que todo aquél que lo bebía se hacía poeta y sabio, como lo había sido el propio Kvasir. Poco después, aquellos enanos mataron al padre de un gigante llamado Suttung, al que después tuvieron que entregar todo el hidromiel a cambio de que él no los matase a ellos. Pasó el tiempo. Un día que Odín estaba viajando por los mundos bajo el nombre de Bolberk, se encontró con un grupo de enanos que estaban segando el campo. Para entablar conversación y algo más, el dios se ofreció a afilarles las guadañas con su piedra de afilar. Viendo lo bien que cortaban después, los campesinos quisieron comprarle la piedra. Ante la negativa de éste, se pusieron violentos hasta el punto de que Odín tuvo que lanzarla al aire. Todos los enanos se abalanzaron inmediatamente sobre ella, pero se cortaron mutuamente las cabezas con sus bien afiladas guadañas. Estos campesinos trabajaban para el gigante Baugi, hermano de Suttong. Como, de pronto, se encontró sin nadie que le segase los campos, aceptó la oferta de aquel magnífico Odín, que prometió hacer él mismo el trabajo de todos ellos a cambio de un trago del famoso hidromiel que guardaba celosamente a su hermano. Baugi prometió ayudarlo a convencer a Suttong. Al terminar la siega, ambos fueron a su guarida. Pero Suttong se negó a entregar a aquel extraño una sola gota de su preciado hidromiel, aunque accedió a que permaneciera allí las tres noches de cortesía, tal como era habitual con un visitante. Odín consiguió hacer un agujero en la pared, por el que pasó transformado en serpiente hasta la habitación de Gunnlod, la hija del gigante. Durmió con ella las tres noches, después de las cuales la joven giganta le dejó probar el hidromiel de su padre. Pero Odín no se conformó con un traguito, sino que se bebió los tres recipientes completos. Una vez que consiguió su propósito, se transformó en águila y echó a volar hacia el Asgard. Los dioses le estaban esperando con sendas cubas, en las que vomitó el hidromiel. No todo se recogió en estos recipientes, ya que hubo una pequeña parte que se le escapó al águila/Odín por el orificio trasero. Esa parte se dice que es la que les corresponde a los malos poetas”.

La ciudad de los gorriones

LA CIUDAD QUE SE CONQUISTÓ CON GORRIONES...

En 1029, el rey Olaf II de Noruega volvió del exilio para recuperar el trono perdido frente a los daneses. Al año siguiente, en la batalla de Stiklestad, fue herido de muerte. Junto a Olaf, luchaba su hermano Harald Hardrada que pudo huir con un grupo de fieles. Se contrataron como mercenarios al servicio de Yaroslav I el Sabio, monarca del estado Rus de Kiev (territorio del actual Ucrania, Bielorrusia, Polonia, las Repúblicas Bálticas y parte de Rusia), donde ganaron un gran prestigio que, poco más tarde, les sirvió para formar parte de la Guardia Varega del Imperio Bizantino.

Guardia Varega
Al servicio del imperio luchó en las campañas de Sicilia, donde, gracias a su ingenio, consiguieron tomar una ciudad que parecía inexpugnable. Al grosor y la altura de las fortificaciones había que añadir que disponían de pozos naturales y, además, que disponían de suministros para pasar varios meses de asedio. Harald permaneció durante varios días buscando alguna brecha, punto débil o resquicio por el que poder atacar… nada de nada. De lo que sí se dio cuenta es de que, durante todos los días que estuvo estudiando aquella fortaleza, cientos de gorriones volaban hacia el bosque para buscar alimento para sus crías y luego regresaban a sus nidos en el interior de la ciudad. Ordenó a sus soldados que capturasen el mayor número de pájaros que pudiesen pero solamente los que salían de la ciudad. Ataron a sus patas pequeños trozos de madera, que previamente habían impregnado con brea y azufre, y les prendieron fuego. Los pájaros, asustados, volaron rápidamente hacia sus nidos. Como la mayoría de estos nidos estaban situados en las cornisas de las casas construidas de madera, paja y otros elementos altamente inflamables, cientos de pequeños fuegos comenzaron a devorar la ciudad. Los habitantes de la ciudad salieron huyendo del fuego y pidiendo clemencia. Harald tomó la ciudad y les perdonó la vida.

Muerte de Harald por una flecha en Stamford Bridge
Estos triunfos le supusieron el reconocimiento del emperador bizantino Romano III, pero Harald creía que había llegado el momento de volver a Noruega y reclamar su trono. El emperador no le permitió partir y Harald, con parte de la Guardia Varega, huyó hacía tierras nórdicas. En 1047, fue coronado Harald III de Noruega. Falleció en la batalla de Stamford Bridge (1066) cuando trataba de invadir Inglaterra.
Jo. en 09:12
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