jueves, 18 de julio de 2013

¿Jaque maté ?

En el último post, titulado ¿es ineficaz la estrategia política del PP?, que publiqué en este blog hace aproximadamente un mes, terminaba diciendo que a pesar de la elevada capacidad de resistencia política que había mostrado el gobierno de Rajoy en su primer año y medio de mandato, el tablero político podía cambiar rápida y radicalmente para los populares. El giro del caso Bárcenas (o, más exactamente, el estallido de un caso que la dirección del PP ha decidido gestionar de forma “diferida”) ha movido las piezas de ese tablero, colocando a Rajoy en una (más que) comprometedora posición política.

Y lo ha hecho, además, para sorpresa de un presidente y un gobierno que se preparaban para un final de curso político y un periodo vacacional relativamente tranquilos: con la prima de riesgo bajo control, un ambiente europeo más propicio a los intereses españoles y el relato del “España va mejor”. En el horizonte de los populares sólo aparecía como potencial elemento perturbador la reacción de Bárcenas tras su ingreso en prisión. Pero cabe pensar que la cúpula del PP, una vez que rompió todos los puentes con su ex tesorero y lo denigró públicamente a la condición de delincuente, había previsto que Bárcenas cambiaría de registro y optaría por poner en marcha la estrategia del ventilador. Con lo que quizás no contaban los populares era con la entrada (y de lleno) del diario El Mundo en el juego.

Las revelaciones, por entregas, realizadas en los últimos diez días por Pedro J. Ramírez y su periódico –convertido, nuevamente, en el adalid contra la corrupción en España, caiga quien caiga y provenga de donde provenga-, han despojado a los populares de los principales argumentos que han utilizado para neutralizar este caso: la falta de veracidad de los papeles de Bárcenas y, sobre todo, el valor de la palabra de Rajoy, frente a falta de credibilidad de un presunto delincuente.

Ante la imposibilidad de negar lo innegable (como el contacto que mantuvo Rajoy con Bárcenas, vía SMS, hasta, al menos, marzo de este año), los dirigentes del PP han optado por dar una nueva vuelta de tuerca a su papel de “víctimas”. Rajoy aparece como un hombre de estado que no se ha sometido nunca al chantaje de un delincuente, en un intento, cada vez más evidente, de revestir a este caso de una dimensión institucional que le “blinde”. Desde este planteamiento, todo el que siga el juego a Bárcenas es su “cómplice” (el PSOE por “apadrinar” a un delincuente y El Mundo por ser el altavoz de un chantajista) y pone en peligro la “recuperación económica/estabilidad política” del país (véase, al respecto, esta reciente portada de ABC). Estos argumentos defensivos pueden resultar demasiado toscos, pero sirven de escudo a la dirección del PP, mientras trata de que el terremoto político pierda intensidad.

Al fin y al cabo, Rajoy sigue haciendo gala de su principal máxima política: “resistir es vencer”. Como le recomendaba hace unos meses al propio Bárcenas, la “tranquilidad es lo único que no se puede perder”. Y, desde la comodidad (y prepotencia) que le otorga la mayoría absoluta, Rajoy parece dispuesto a no perderla. Ha dejado claro que no tiene intención de dimitir y va a cumplir su mandato (algo que no deja de ser sarcástico si tenemos en cuenta que el programa electoral con el que ganó las elecciones se convirtió en papel mojado al poco tiempo de llegar al gobierno). Tampoco de comparecer (o, al menos, no por ahora) ante el Congreso para dar explicaciones sobre la sombra de sospecha de financiación irregular y de cobro de sobresueldos que pesan sobre su partido y sobre él.

El verano se aproxima y con él la “oportunidad” para los populares de que disminuya la atención de los ciudadanos sobre este escándalo. La percepción generalizada de que la corrupción afecta a todos los partidos, también beneficia al PP, aunque sea a costa de elevar el descrédito institucional y la insatisfacción de los ciudadanos con el funcionamiento de la democracia. La divergencia de intereses entre los partidos de la oposición a la hora de exigir responsabilidades políticas a Rajoy es también un factor que favorece la estrategia de resistencia del PP. Incluso si, ante el rechazo de Rajoy a comparecer en sede parlamentaria para dar explicaciones sobre este caso, se celebrara una moción de censura liderada por el PSOE y Rajoy compareciera, tampoco estaría claro que sirviera para debilitarle políticamente, pues esa moción podría convertirse en una debate sobre la corrupción con acusaciones cruzadas de “y tú más” (polarizado en el caso Bárcenas-PP y ERE de Andalucía-PSOE) o incluso podría tener el efecto contrario al deseado, si Rajoy consiguiera salir “airoso” (y, por tanto, fortalecido).

Rajoy podría estar en condiciones de soportar las presiones que provienen de una oposición dividida. A nivel internacional, donde le llueven las críticas y las presiones por su reacción ante este escándalo, Rajoy tiene un amplio margen de maniobra para “resistir”. A los socios europeos (y a los influyentes mercados), atentos ya a la delicada situación política en Grecia, Italia y Portugal, no les conviene sumar otro foco más de “preocupación”. Y el argumento de la “estabilidad política” (como garantía de que España seguirá en la senda reformista marcada por Europa) que tanto le gusta esgrimir al ejecutivo de Rajoy, puede seguir teniendo un gran predicamento fuera de nuestras fronteras.

Otra cosa diferente es que Rajoy sea capaz de soportar las presiones “amigas”. Dentro de su partido político crecen los recelos y abundan las teorías de las conspiraciones para derribar a Rajoy. Esperanza Aguirre, quien se erige en la voz de los militantes, trata de marcar el paso a Rajoy con sus críticas, más o menos veladas, al modo en que la dirección del PP está gestionando este caso. Y luego está el frente mediático, en el que fuego amigo de El Mundo puede contribuir a alejar al PP de una parte de su electorado y elevar la presión para que dimita. Si bien, ya a principios de julio, de acuerdo con la última encuesta realizada por Metroscopia para El País, la inmensa mayoría (63%) de los votantes del PP daba por descontado que Bárcenas guardaba en su poder pruebas que podían comprometer al PP y a algunos de sus máximos dirigentes.

El PP y Rajoy pueden caer en el error de minusvalorar el efecto político que puede tener este caso para ellos y confiar en exceso en que, judicialmente, no les afectará y , electoralmente, no les pasará demasiada factura, si la economía se recupera. También podrían minusvalorar la “paciencia” de una ciudadanía que vive completamente hastiada por los rigores de la crisis y el comportamiento de unas élites (política y financiera) a las que considera corruptas y poco ejemplares. En un contexto tan altamente inflamable como el actual, la reacción social, en forma de la irrupción de un frente amplio de protestas sociales que exigiera al gobierno de Rajoy responsabilidades políticas, es una potencial amenaza para el PP.

Pero, pese a que la dirección del PP se puede encontrar ante la tormenta perfecta, lo cierto es que cada día que pasa y aguanta la presión política, Rajoy gana (aunque sea a costa de minar la democracia). Y su resistencia puede hacer que, paradójicamente, en los próximos meses las miradas se pongan en el principal partido de la oposición. Si Rajoy aguanta, ¿qué hará el PSOE?; ¿mantendrá las relaciones rotas con el PP hasta el final de la legislatura?; ¿o seguirá el precedente de febrero de exigir la dimisión de Rajoy para alcanzar, cuatro meses después, un pacto de estado con el PP? Incluso si a Rajoy en las próximas semanas o meses no le quedara más remedio que dimitir y optar por convocar elecciones, el PP podría estar en unas condiciones ventajosas frente a su máximo rival político, al que la convocatoria de unas elecciones anticipadas le podría pillar con el pie cambiado. El PP haría de la necesidad virtud, presentándose con un nuevo candidato y un discurso político renovado, mientras que el PSOE lo haría pendiente de una renovación de candidato.

En este sentido, cabe plantearse, si, ante la situación de colapso democrático en el que nos encontramos, el PSOE, como principal partido de la oposición, estuviera hoy en unas condiciones de mucha mayor fortaleza, ¿no sería posible hacer frente de forma más eficaz a un presidente y un gobierno que parecen cada día más deslegitimados para seguir gobernando?

jueves, 4 de julio de 2013

La cámara de invernarcion del PP

Algo sospechamos  –no todos, bien es verdad- al escuchar a Mariano Rajoy  hablar de El Tato, un personaje muy de moda en España en torno a los años 40 y 50 del siglo XX. Muchas más pistas dio al hacer prolijas en su vocabulario frases tan arcaicas como “ de matute”, “escurrir el bulto”, “¿de qué sirve cambiar la peana sin cambiar el santo, “u na imagen vale más que mil palabras”,  o “todo el mundo”. Expresión, esta última, utilizada por Ortega y Gasset en 1930 para definir características del hombre-masa , vehemente defensor de la mediocridad .

 Mariano Rajoy, todo el PP en realidad, parece residir en una cámara de enfriamiento profundo, mal llamada de criogenización. La técnica se denomina en realidad Criónica y su acción criopreservar, un proceso por el cuál se congelan células, tejidos o cuerpos enteros a temperaturas de entre -80ºC y -196ºC (el punto de ebullición del nitrógeno líquido) con el fin de reanimarlos cuando los avances científicos permitan devolverlos a la vida curadas sus dolencias fatales.

La medicina acepta que la memoria, la personalidad y la identidad se encuentran almacenadas en la estructura y la química cerebrales y que, en efecto, la actividad cerebral puede detenerse y después reactivarse bajo determinadas circunstancias. Lo que no saben aún es cómo llevarlo a cabo con garantías. La literatura y el cine se han sentido fascinados por la posibilidad de guardar personas congeladas que vuelven a la vida en un momento determinado. Y, evidentemente, en el Partido Popular español pueden encontrar un ejemplo empírico. No se explicaría de otra manera su actitud.

La derecha patria lleva viviendo en ese bunker criónico desde hace siglos. Se descongelan un rato, salen, hablan y vuelven a entrar al útero helado que les conserva. En períodos de sequía de poder apenas irrumpen hacia el exterior sino para hacer patente que siguen existiendo. No sin dar pistas como digo. Allí han nacido sus hijos y sus nietos por generaciones, quienes hacen sus debidas incursiones para prepararse para mejores tiempos: cuando consiguen el mando e intentan reproducir el mundo que conocen y les es querido. No es extraño por tanto su aire momificado o sus tics y muecas fruto indeseado de la endogamia.

Beben de los ilustres congelados a su diestra y siniestra. Desde Don Pelayo e Isabel La Católica a Franco y “Doña Carmen”, pasando por Torquemada o Pilar Primo de Rivera, y muchos otros. De ahí que también viésemos a la hoy vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría insultar a Zapatero en el Congreso con versos del Tenorio de Zorrilla, anunciando que iba a hacer “una cita culta”.  No han visto otra cosa las criaturas. Los años, la civilización y el progreso han pasado por sus vidas como un rayo de sol por el cristal sin romperlo, ni mancharlo. 

 Por eso también salieron en tromba al conseguir la mayoría absoluta en 2011, gritando “Gibraltar español”, “nación española”, “toros, sí”,“aborto culpable”. Salieron del bunker y… del armario donde se dejaron el disfraz de cordero centrista del que presumían.  Aunque evidentemente siguen utilizando el bunker de retiro espiritual y conservador de las esencias algunas horas al día. Solo así puede mantenerse recio el espíritu que les alienta y contrarrestar el aire fresco de la vida.

En año y medio han conseguido transformar España: la han devuelto a los tiempos que añoraban. A las desigualdades sociales acentuadas. A las estampas de las castas privilegiadas y el hambre de la plebe a las que rezan al descongelarse temprano por la mañana antes de acudir a la misa diaria. A la supresión de los derechos en educación y al adoctrinamiento en el fervor religioso católico. Al ladrillo y a la salud como fuente de ingresos a particulares. Sueñan ya con la beneficencia para quien no pueda pagarse la sanidad privatizada y encarecida. Subida de tributos para costear cruzadas: la del dios del dinero (como en realidad fue siempre). Expurgación de sus bienes y derechos al pueblo llano, autoridad, mucha autoridad, y austeridad, mucha austeridad, aunque solo para la chusma del sistema (casi todos). E impunidad de la corrupción a gran altura. Como toda la vida, como dios manda.

Aunque empiezo a sospechar que, en realidad,  las cámaras criogénicas proliferan en buena parte de los partidos. Es evidente que el socialista Rubalcaba y su cúpula también hacen ejercicios espirituales en similar o el mismo bunker pactado. Los nacionalistas conservadores muestran parejos síntomas. Y lo mismo sindicatos, y organizaciones empresariales y profesionales. Se podría decir que -con esforzadas excepiones- existe un inmenso refrigerador de uso común en buena parte de la sociedad española, que petrifica en hielo, que ya ni mantiene constantes vitales. 

La avaricia rompe el saco, deberían recordar.El gobierno acaba de crear un nuevo impuesto que afectará a aparatos como los de aire acondicionado, extintores y neveras, entre otros. A buen entendedor, pocas palabras bastan. ¿Cómo se podía consentir que habiendo de dónde sacar más dinero, la plebe estuviera fresca en verano como lo están ellos? Buscar la sombra (mejor arrimados a un buen árbol), los castizos abanicos, los españolísimos botijos. ¿Para qué quieren más? Ay, pero en el pecado llevan la penitencia. Como en todos los sectores que están masacrando, las factorías dejaran de fabricar neveras y aires acondicionados para tan poco usuario. Quebrará la industria del frío. Y se les descongelará la cámara, ellos mismos se derretirán, quedando un patético esqueleto de caspa rancia como el tocino viejo. Y a ver si así y al calor del verano español, puede volver a salir un sol esplendoroso y lleno de energía para todos. Esperemos que esto por fin funcione, porque de otra manera...