sábado, 24 de agosto de 2013

Las mentiras en la política

Las mentiras de Rajoy
La impunidad con la que ciertos políticos gozan a la hora de decir enormidades sin que intervenga la legalidad vigente del decoro y del respeto al otro se ha convertido en un espectáculo repugnante. Para colmo, esta ilustre tropa tiene la desfachatez de “pedir disculpas” a posteriori, como si al hacerlo dejaran de pensar del modo en que lo expresan sus enormidades verbales. Pero el fondo de su pensamiento sigue inmutable, más o menos acomodado a las circunstancias.

Formalmente, las disculpas no se piden, sino que se presentan. Al margen de este desliz que les importará un bledo, lo que conviene saber es qué hacemos con estos actos de habla que, como dijera Chomsky, reflejan una “estructura profunda” mental que, en el caso presente, es destilación quintaesenciada de un fondo totalitario al que no se ha renunciado, digan lo que digan estos cínicos demócratas de toda la vida. Que el discurso de la clase política actual discurra entre equivocaciones, mentiras y disculpas, es todo un síntoma general de lo que el antropólogo Mauss llamaba un “hecho social total”, donde se interrelacionaban negativamente fenómenos jurídicos, políticos, económicos, éticos, estéticos, etcéteras.

 En el caso de la derecha política digamos que, cuando es mayoritaria, se siente tan fuerte que es capaz de convertir la democracia más perfecta en una dictadura. Arrasa con todo. Se parece a ese ejército que destruye ciudades enteras, casas, fábricas, escuelas, hospitales, palacios, bibliotecas, museos y destripa cuerpos de hombres y mujeres, ancianos y niños,  y lo llaman paz.  

Históricamente, la derecha jamás ha respetado la democracia. Fue siempre antiparlamentaria y negadora de la voluntad popular. Nunca vio con buenos ojos la implantación del sufragio universal. Durante el siglo XX, se esforzó en dinamitar cualquier atisbo democrático cultivando las posiciones más nefastas para la condición humana, las representadas por el nazismo y el fascismo, aquí conocido como franquismo. La rémora que esta actitud supuso para la implantación institucional de una auténtica democracia ha sido un lastre tan pesado que las más elementales libertades individuales y colectivas jamás se desarrollaron. ¿Cómo llamar, pues, transición democrática a lo que fue un burdo maquillaje verbal? Con la derecha de por medio la democracia es un burla continua.

En este contexto, la ola de degradación ética actual del PP, especialmente de sus gerifaltes de bajura, no nos ha defraudado lo más mínimo. Al contrario. Era la que cabía esperar de una organización que nunca renegó de su humus ideológico natural, donde el lenguaje  como instrumento de falsificación juega baza tan importante, como ya lo hiciera en el nazismo. Ya observaba Platón que el lenguaje se inventó para ocultar la verdad, y, desde luego, en el caso del PP dicha conjetura es dogma. Es perfectamente comprensible que el propio Rajoy diga que “me equivoqué” con ese Mefistófeles cabrón llamado Bárcenas. Fascinante. Algunos ingenuos se lamentan de que no añadiera “lo siento. No volverá a ocurrir”.  A lo que bien podríamos replicar: ¿por qué no lo dijo?  

Porque sabe mejor que nadie que sí volverá a ocurrir y llamará del mismo modo a una cosa que es diferente, que esto es lo que significa etimológicamente “equivocarse”. Donde hay corrupción y mentira, él ve insidias, conspiraciones y maquinaciones contra su dignidad. Extraño comportamiento, porque reconocer que mintió no sería ninguna deshonra.  El sistema actual es tan corrupto que no puede funcionar sin la existencia de la mentira y de la manipulación.  

Bien sabe Rajoy que no se equivocó, sino que mintió, que es bien distinto. Su equivocación es de tal gravedad, de tal compostura inmoral, que cualquiera que cumpliese lo más elemental de una ética de andar por casa, no solo hubiera dimitido, sino que, mucho más radical, se habría hecho el harakiri con el cuchillo de cortar el jamón de jabugo.

El reconocimiento público de su equivocación fue oratoria demagógica, vaniloquio estudiado para contentar al respetable de su partido y a los incautos, pues a estos si algo les pirra es ver al poderoso doblando el espinazo aunque solo sea de modo verbal y sin alcance pragmático.

El ámbito de las equivocaciones que se perpetran es de tal calado estructural que ha llegado la hora de reivindicar un manual que las contemple como objeto penal específico, estableciendo su casuística variada, su gravedad y su alcance delictivo, así como su pertinente castigo.

La ciudadanía no puede permitir que los políticos sigan riéndose una y otra vez de la buena fe del personal y, menos aún, que cuando son descubiertos in fraganti se limiten a pedir perdón y “disculpas”, como si lo único que hubiesen hecho fuera romper un jarrón chino de la dinastía Ming.

La mayoría de estas equivocaciones y mentiras quedarían impunes si la ciudadanía “escracheada” hasta el bazo por tanta impostura no se rebelara contra ellas y no exigiera algo más que una banalidad expresiva como la de esa simpleza de “pedir disculpas”.

Alguien con poder moral –ubi est?- y personas honradas –ubi sunt?- deberían elaborar un Manual de Equivocaciones Políticas, donde se estableciera claramente su naturaleza, su impacto social y, sobre todo, su castigo inmediato, empezando por la dimisión fulminante de cualquier cargo público aberrante.

Las equivocaciones que perpetran los políticos –muchas de ellas con premeditación, alevosía y nocturnidad aunque no en descampado, sino en un despacho-, acarrean consecuencias tan nefastas para la ciudadanía que se hace perentorio un Código Específico Penal para erradicarlas.

Y no bajar la guardia. Pues, como dice el principio de Peter, siempre hay tiempo para empeorar las cosas, es decir, para equivocarse más y mejor.

Quien piense que, después de la que ha caído, no volveremos a sufrir idéntica pedregada de corrupción es que desconoce la arquitectura deleznable en que se asienta el sistema político actual y los modos tan arteros que tienen ciertos políticos de equivocarse siempre en beneficio propio.   

jueves, 18 de julio de 2013

¿Jaque maté ?

En el último post, titulado ¿es ineficaz la estrategia política del PP?, que publiqué en este blog hace aproximadamente un mes, terminaba diciendo que a pesar de la elevada capacidad de resistencia política que había mostrado el gobierno de Rajoy en su primer año y medio de mandato, el tablero político podía cambiar rápida y radicalmente para los populares. El giro del caso Bárcenas (o, más exactamente, el estallido de un caso que la dirección del PP ha decidido gestionar de forma “diferida”) ha movido las piezas de ese tablero, colocando a Rajoy en una (más que) comprometedora posición política.

Y lo ha hecho, además, para sorpresa de un presidente y un gobierno que se preparaban para un final de curso político y un periodo vacacional relativamente tranquilos: con la prima de riesgo bajo control, un ambiente europeo más propicio a los intereses españoles y el relato del “España va mejor”. En el horizonte de los populares sólo aparecía como potencial elemento perturbador la reacción de Bárcenas tras su ingreso en prisión. Pero cabe pensar que la cúpula del PP, una vez que rompió todos los puentes con su ex tesorero y lo denigró públicamente a la condición de delincuente, había previsto que Bárcenas cambiaría de registro y optaría por poner en marcha la estrategia del ventilador. Con lo que quizás no contaban los populares era con la entrada (y de lleno) del diario El Mundo en el juego.

Las revelaciones, por entregas, realizadas en los últimos diez días por Pedro J. Ramírez y su periódico –convertido, nuevamente, en el adalid contra la corrupción en España, caiga quien caiga y provenga de donde provenga-, han despojado a los populares de los principales argumentos que han utilizado para neutralizar este caso: la falta de veracidad de los papeles de Bárcenas y, sobre todo, el valor de la palabra de Rajoy, frente a falta de credibilidad de un presunto delincuente.

Ante la imposibilidad de negar lo innegable (como el contacto que mantuvo Rajoy con Bárcenas, vía SMS, hasta, al menos, marzo de este año), los dirigentes del PP han optado por dar una nueva vuelta de tuerca a su papel de “víctimas”. Rajoy aparece como un hombre de estado que no se ha sometido nunca al chantaje de un delincuente, en un intento, cada vez más evidente, de revestir a este caso de una dimensión institucional que le “blinde”. Desde este planteamiento, todo el que siga el juego a Bárcenas es su “cómplice” (el PSOE por “apadrinar” a un delincuente y El Mundo por ser el altavoz de un chantajista) y pone en peligro la “recuperación económica/estabilidad política” del país (véase, al respecto, esta reciente portada de ABC). Estos argumentos defensivos pueden resultar demasiado toscos, pero sirven de escudo a la dirección del PP, mientras trata de que el terremoto político pierda intensidad.

Al fin y al cabo, Rajoy sigue haciendo gala de su principal máxima política: “resistir es vencer”. Como le recomendaba hace unos meses al propio Bárcenas, la “tranquilidad es lo único que no se puede perder”. Y, desde la comodidad (y prepotencia) que le otorga la mayoría absoluta, Rajoy parece dispuesto a no perderla. Ha dejado claro que no tiene intención de dimitir y va a cumplir su mandato (algo que no deja de ser sarcástico si tenemos en cuenta que el programa electoral con el que ganó las elecciones se convirtió en papel mojado al poco tiempo de llegar al gobierno). Tampoco de comparecer (o, al menos, no por ahora) ante el Congreso para dar explicaciones sobre la sombra de sospecha de financiación irregular y de cobro de sobresueldos que pesan sobre su partido y sobre él.

El verano se aproxima y con él la “oportunidad” para los populares de que disminuya la atención de los ciudadanos sobre este escándalo. La percepción generalizada de que la corrupción afecta a todos los partidos, también beneficia al PP, aunque sea a costa de elevar el descrédito institucional y la insatisfacción de los ciudadanos con el funcionamiento de la democracia. La divergencia de intereses entre los partidos de la oposición a la hora de exigir responsabilidades políticas a Rajoy es también un factor que favorece la estrategia de resistencia del PP. Incluso si, ante el rechazo de Rajoy a comparecer en sede parlamentaria para dar explicaciones sobre este caso, se celebrara una moción de censura liderada por el PSOE y Rajoy compareciera, tampoco estaría claro que sirviera para debilitarle políticamente, pues esa moción podría convertirse en una debate sobre la corrupción con acusaciones cruzadas de “y tú más” (polarizado en el caso Bárcenas-PP y ERE de Andalucía-PSOE) o incluso podría tener el efecto contrario al deseado, si Rajoy consiguiera salir “airoso” (y, por tanto, fortalecido).

Rajoy podría estar en condiciones de soportar las presiones que provienen de una oposición dividida. A nivel internacional, donde le llueven las críticas y las presiones por su reacción ante este escándalo, Rajoy tiene un amplio margen de maniobra para “resistir”. A los socios europeos (y a los influyentes mercados), atentos ya a la delicada situación política en Grecia, Italia y Portugal, no les conviene sumar otro foco más de “preocupación”. Y el argumento de la “estabilidad política” (como garantía de que España seguirá en la senda reformista marcada por Europa) que tanto le gusta esgrimir al ejecutivo de Rajoy, puede seguir teniendo un gran predicamento fuera de nuestras fronteras.

Otra cosa diferente es que Rajoy sea capaz de soportar las presiones “amigas”. Dentro de su partido político crecen los recelos y abundan las teorías de las conspiraciones para derribar a Rajoy. Esperanza Aguirre, quien se erige en la voz de los militantes, trata de marcar el paso a Rajoy con sus críticas, más o menos veladas, al modo en que la dirección del PP está gestionando este caso. Y luego está el frente mediático, en el que fuego amigo de El Mundo puede contribuir a alejar al PP de una parte de su electorado y elevar la presión para que dimita. Si bien, ya a principios de julio, de acuerdo con la última encuesta realizada por Metroscopia para El País, la inmensa mayoría (63%) de los votantes del PP daba por descontado que Bárcenas guardaba en su poder pruebas que podían comprometer al PP y a algunos de sus máximos dirigentes.

El PP y Rajoy pueden caer en el error de minusvalorar el efecto político que puede tener este caso para ellos y confiar en exceso en que, judicialmente, no les afectará y , electoralmente, no les pasará demasiada factura, si la economía se recupera. También podrían minusvalorar la “paciencia” de una ciudadanía que vive completamente hastiada por los rigores de la crisis y el comportamiento de unas élites (política y financiera) a las que considera corruptas y poco ejemplares. En un contexto tan altamente inflamable como el actual, la reacción social, en forma de la irrupción de un frente amplio de protestas sociales que exigiera al gobierno de Rajoy responsabilidades políticas, es una potencial amenaza para el PP.

Pero, pese a que la dirección del PP se puede encontrar ante la tormenta perfecta, lo cierto es que cada día que pasa y aguanta la presión política, Rajoy gana (aunque sea a costa de minar la democracia). Y su resistencia puede hacer que, paradójicamente, en los próximos meses las miradas se pongan en el principal partido de la oposición. Si Rajoy aguanta, ¿qué hará el PSOE?; ¿mantendrá las relaciones rotas con el PP hasta el final de la legislatura?; ¿o seguirá el precedente de febrero de exigir la dimisión de Rajoy para alcanzar, cuatro meses después, un pacto de estado con el PP? Incluso si a Rajoy en las próximas semanas o meses no le quedara más remedio que dimitir y optar por convocar elecciones, el PP podría estar en unas condiciones ventajosas frente a su máximo rival político, al que la convocatoria de unas elecciones anticipadas le podría pillar con el pie cambiado. El PP haría de la necesidad virtud, presentándose con un nuevo candidato y un discurso político renovado, mientras que el PSOE lo haría pendiente de una renovación de candidato.

En este sentido, cabe plantearse, si, ante la situación de colapso democrático en el que nos encontramos, el PSOE, como principal partido de la oposición, estuviera hoy en unas condiciones de mucha mayor fortaleza, ¿no sería posible hacer frente de forma más eficaz a un presidente y un gobierno que parecen cada día más deslegitimados para seguir gobernando?

jueves, 4 de julio de 2013

La cámara de invernarcion del PP

Algo sospechamos  –no todos, bien es verdad- al escuchar a Mariano Rajoy  hablar de El Tato, un personaje muy de moda en España en torno a los años 40 y 50 del siglo XX. Muchas más pistas dio al hacer prolijas en su vocabulario frases tan arcaicas como “ de matute”, “escurrir el bulto”, “¿de qué sirve cambiar la peana sin cambiar el santo, “u na imagen vale más que mil palabras”,  o “todo el mundo”. Expresión, esta última, utilizada por Ortega y Gasset en 1930 para definir características del hombre-masa , vehemente defensor de la mediocridad .

 Mariano Rajoy, todo el PP en realidad, parece residir en una cámara de enfriamiento profundo, mal llamada de criogenización. La técnica se denomina en realidad Criónica y su acción criopreservar, un proceso por el cuál se congelan células, tejidos o cuerpos enteros a temperaturas de entre -80ºC y -196ºC (el punto de ebullición del nitrógeno líquido) con el fin de reanimarlos cuando los avances científicos permitan devolverlos a la vida curadas sus dolencias fatales.

La medicina acepta que la memoria, la personalidad y la identidad se encuentran almacenadas en la estructura y la química cerebrales y que, en efecto, la actividad cerebral puede detenerse y después reactivarse bajo determinadas circunstancias. Lo que no saben aún es cómo llevarlo a cabo con garantías. La literatura y el cine se han sentido fascinados por la posibilidad de guardar personas congeladas que vuelven a la vida en un momento determinado. Y, evidentemente, en el Partido Popular español pueden encontrar un ejemplo empírico. No se explicaría de otra manera su actitud.

La derecha patria lleva viviendo en ese bunker criónico desde hace siglos. Se descongelan un rato, salen, hablan y vuelven a entrar al útero helado que les conserva. En períodos de sequía de poder apenas irrumpen hacia el exterior sino para hacer patente que siguen existiendo. No sin dar pistas como digo. Allí han nacido sus hijos y sus nietos por generaciones, quienes hacen sus debidas incursiones para prepararse para mejores tiempos: cuando consiguen el mando e intentan reproducir el mundo que conocen y les es querido. No es extraño por tanto su aire momificado o sus tics y muecas fruto indeseado de la endogamia.

Beben de los ilustres congelados a su diestra y siniestra. Desde Don Pelayo e Isabel La Católica a Franco y “Doña Carmen”, pasando por Torquemada o Pilar Primo de Rivera, y muchos otros. De ahí que también viésemos a la hoy vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría insultar a Zapatero en el Congreso con versos del Tenorio de Zorrilla, anunciando que iba a hacer “una cita culta”.  No han visto otra cosa las criaturas. Los años, la civilización y el progreso han pasado por sus vidas como un rayo de sol por el cristal sin romperlo, ni mancharlo. 

 Por eso también salieron en tromba al conseguir la mayoría absoluta en 2011, gritando “Gibraltar español”, “nación española”, “toros, sí”,“aborto culpable”. Salieron del bunker y… del armario donde se dejaron el disfraz de cordero centrista del que presumían.  Aunque evidentemente siguen utilizando el bunker de retiro espiritual y conservador de las esencias algunas horas al día. Solo así puede mantenerse recio el espíritu que les alienta y contrarrestar el aire fresco de la vida.

En año y medio han conseguido transformar España: la han devuelto a los tiempos que añoraban. A las desigualdades sociales acentuadas. A las estampas de las castas privilegiadas y el hambre de la plebe a las que rezan al descongelarse temprano por la mañana antes de acudir a la misa diaria. A la supresión de los derechos en educación y al adoctrinamiento en el fervor religioso católico. Al ladrillo y a la salud como fuente de ingresos a particulares. Sueñan ya con la beneficencia para quien no pueda pagarse la sanidad privatizada y encarecida. Subida de tributos para costear cruzadas: la del dios del dinero (como en realidad fue siempre). Expurgación de sus bienes y derechos al pueblo llano, autoridad, mucha autoridad, y austeridad, mucha austeridad, aunque solo para la chusma del sistema (casi todos). E impunidad de la corrupción a gran altura. Como toda la vida, como dios manda.

Aunque empiezo a sospechar que, en realidad,  las cámaras criogénicas proliferan en buena parte de los partidos. Es evidente que el socialista Rubalcaba y su cúpula también hacen ejercicios espirituales en similar o el mismo bunker pactado. Los nacionalistas conservadores muestran parejos síntomas. Y lo mismo sindicatos, y organizaciones empresariales y profesionales. Se podría decir que -con esforzadas excepiones- existe un inmenso refrigerador de uso común en buena parte de la sociedad española, que petrifica en hielo, que ya ni mantiene constantes vitales. 

La avaricia rompe el saco, deberían recordar.El gobierno acaba de crear un nuevo impuesto que afectará a aparatos como los de aire acondicionado, extintores y neveras, entre otros. A buen entendedor, pocas palabras bastan. ¿Cómo se podía consentir que habiendo de dónde sacar más dinero, la plebe estuviera fresca en verano como lo están ellos? Buscar la sombra (mejor arrimados a un buen árbol), los castizos abanicos, los españolísimos botijos. ¿Para qué quieren más? Ay, pero en el pecado llevan la penitencia. Como en todos los sectores que están masacrando, las factorías dejaran de fabricar neveras y aires acondicionados para tan poco usuario. Quebrará la industria del frío. Y se les descongelará la cámara, ellos mismos se derretirán, quedando un patético esqueleto de caspa rancia como el tocino viejo. Y a ver si así y al calor del verano español, puede volver a salir un sol esplendoroso y lleno de energía para todos. Esperemos que esto por fin funcione, porque de otra manera...

domingo, 30 de junio de 2013

Apolítico

El apolítico, vanguardia del reaccionariado

La resignación cristiana y la represión fascista fueron el caldo de cultivo en el que creció el apoliticismo.

Un día de 1976 nos encontrábamos en clase de griego en el Instituto Público de Caravaca. Dábamos etimología. El profesor, Don Juan Romera, preguntó a uno de mis compañeros por sus ideas políticas. Un tanto perplejo y huidizo mi amigo le dijo que él era apolítico. Don Juan, que era un magnífico profesor, le explicó que eso no podía ser porque si era apolítico, era también apersona, que todas las personas tenían ideas políticas y debían manifestarlas para combatir la ignorancia y la indolencia y conquistar nuevas parcelas de libertad y justicia. Luego nos leyó el célebre pensamiento de Bertolt Brecht: “El peor analfabeto es el analfabeto político. No oye, no habla, no participa de los acontecimientos políticos. No sabe que el costo de la vida, el precio del poroto, del pan, de la harina, del vestido, del zapato y de los remedios, dependen de decisiones políticas. El analfabeto político es tan burro que se enorgullece y ensancha el pecho diciendo que odia la política. No sabe que de su ignorancia política nace la prostituta, el menor abandonado y el peor de todos los bandidos que es el político corrupto, mequetrefe y lacayo de las empresas nacionales y multinacionales”. Durante el resto de la clase estuvimos debatiendo a Brecht llegando a la conclusión irrefutable de que nadie podía ser apolítico y que quién así se definía eran personas medrosas de ideología derechista muy próximas al lumpen, clase social sin conciencia de serlo, situada por debajo del proletariado y dispuesta a hacer cualquier atrocidad por cuatro perras para favorecer la estrategia del “amo”.

Se insiste mucho en algunos medios no lobotomizados sobre la escasa contestación ciudadana contra la brutal política antidemocrática –entendido el término en su sentido literal y esencial- que está poniendo en práctica el partido que gobierna España y los que gobiernan la UE. Se dice que por decisiones mucho menos duras que las que hoy nos impone la derecha reaccionaria, hace treinta años se habría armado la de dios es cristo. Unos afirman que es por el colchón familiar, otros que por las pensiones de los abuelos, otros que por esa miseria de 400 euros que se da a quienes ya no tienen derecho a la prestación por desempleo. Y creo que son ciertas todas esas explicaciones, que el conjunto de todas ellas hacen que quienes más estén sufriendo la crisis hayan entrado en una especie de letargo que les impide reaccionar como las leyes de la naturaleza obligan ante agresiones que ponen en riesgo la propia subsistencia y la de tu prole. Pero con ser ciertas no impiden que haya otras causas que nos ayuden a comprender porque ahora mismo el país, el continente no esté ardiendo por los cuatro costados ni que los responsables –que tienen todos nombre y apellidos- de esta inmensa estafa y de este bestial retroceso en el tiempo no estén ahora mismo refugiados en la parte más helada de la Antártida.

Durante la dictadura franquista el catolicismo lo impregnaba todo y consiguió meter en el tuétano de los huesos de la mayoría de los habitantes de este país el virus de la resignación. Recuerdo los increíbles “razonamientos” con que los clérigos nos sermoneaban a diario para hacernos “buena gente” de mañana: “Si te rompes una pierna, da gracias a Dios porque no ha querido que te rompas las dos”; “si se te muere tu padre, da gracias porque Dios se lo ha llevado y todavía te ha dejado a tu madre”; “si te acuestas con hambre, da gracias a Dios porque te permite dormir…”. La resignación cristiana y la represión fascista fueron el caldo de cultivo en el que creció el apoliticismo. Al criminal Franco se atribuye aquella frase propia de un besugo que decía: “Ustedes hagan como yo, no se metan en política”. Mientras, firmaba penas de muerte a destajo. El caso es que durante los años anteriores a la muerte del tirano y los que siguieron sólo unos cuantos cientos de miles de españoles se movilizaron y se la jugaron para conseguir el regreso de la democracia. El resto, aunque duela decirlo, iba a lo suyo, igual que hoy, recelando de cualquier persona que hablase de cambiar las cosas, de libertad, de igualdad o de cosas tan peregrinas como el derecho de todos a la Educación y la Cultura.

Los pactos de la transacción, entre otros muchas cosas, obviaron la debida y obligada atención que toda democracia debe a la Educación del pueblo, a elevar su nivel cultural y excitar su espíritu crítico. Pese a todo, durante unos cuantos años, los que van desde principios de los ochenta a la llegada de Aznar al poder, se crearon magníficas universidades públicas, se restauraron cientos de teatros abandonados, se fundaron universidades populares, casas de cultura y centros de alfabetización, aunque, al mismo tiempo, se fueron entregando –sobre todo por los gobiernos autonómicos, con competencia plena en la materia- parcelas educativas cada vez mayores a la Iglesia, y la Iglesia católica española sólo sabe de nacional-catolicismo, que para eso lo inventó. Ese prolongadísimo descuido hizo reverdecer a partir de la década de los noventa la figura del apolítico, esa persona que nos encontramos en el metro, el autobús, en el bar, en la calle, vociferando y despotricando contra quienes intentan hacer leyes justas y contra quienes en las calles exigen que la democracia lo sea de verdad. El apolítico está en todas las clases sociales, es, como ahora se dice, un ser transversal. Si tiene posibles y es de “buena estirpe” puede presidir una cofradía de Semana Santa, un equipo de fútbol, una asociación de damas de la caridad o, incluso, presidir un gobierno; si su extracción social es baja puede ser excelente manigero, correveidile, intoxicador o desmovilizador social en constante alerta, siempre pendiente de que “el amo” aplauda su voz y sus actos a la espera de una canonjía o un puestecito para sus hijos y sobrinos en la consejería que sea de la comunidad o ayuntamiento que sea. Es un ser miserable, carente de ética, contrario a la moral pública, un ser primario muy poco evolucionado al que no interesa cosa alguna que no esté muy directamente relacionada con él o con los intereses del que “manda de toda la vida”. Luego está, dentro del mismo gremio, una inmensa tropa de presuntos indiferentes que nunca expresan sus ideas ni muestran interés alguno por la cosa pública, pero que son al final quienes, con su ignorancia, indolencia, voto o abstención, deciden quién nos va a gobernar a todos.

Aunque parezca mentira, los efectos de la estafa financiero-ladrillera urdida por Aznar, Rato y la banca española y mundial, además de los inmensos daños económicos causados a la mayoría de los ciudadanos de este país, trajo un destrozo si cabe mayor: El embrutecimiento radical de una parte sustancial de nuestros conciudadanos, y el bruto es un “apolítico resignado” que siempre está dispuesto a plegarse ante los abusos de los poderosos y a morder con saña a quien se la juega luchando por el interés general, incluido el suyo. Son la vanguardia del reaccionariado, el brazo armado de los sátrapas, corruptos y malhechores de guante blanco y negro.

¿Salir del capitalismo?

¿Salir de la crisis del capitalismo o salir del capitalismo en crisis?

Tras nada menos qu e cinco años y medio de una situación mundial apenas imaginable desde los tópicos reformistas de siempre, e inimaginable desde la economía burguesa en cualquiera de sus corrientes, esta pregunta cobra ahora mismo una actualidad decisiva. Como disponemos de muy poco espacio, vamos a ir al núcleo del problema que no es otro que el de la teoría de la crisis. Antes de exponer por qué hay que optar por la salida del capitalismo en crisis, debemos recordar dos cuestiones:

1.-

La crisis apenas es estudiada en la economía política burguesa que mayoritariamente se basa en la tesis de la armonía entre la producción y el consumo, armonía que nace de la supuesta eficacia reguladora del mercado que se rige en última instancia por la hipotética racionalidad del consumidor individual. Puede éste equivocarse algunas veces, pero la fuerza inercial tiende a la vuelta del equilibrio, o así se cree. Esta tesis subjetivista e idealista, la del marginalismo neoclásico que domina de nuevo ahora con el nombre de neoliberalismo, surgió en el último tercio del siglo XIX en respuesta a la teoría marxista de la crisis, y a la vez para borrar para siempre las angustiosas e inquietantes dudas no resueltas que dejaron los grandes economistas burgueses clásicos de finales del XVIII y comienzos del XIX. Básicamente, estos llegaron al borde del abismo teórico pero no pudieron seguir porque les faltaban instrumentos conceptuales y el método adecuado para emplearlos. Muy probablemente también les sobró miedo al intuir que tarde o temprano que el capitalismo chocaría con sus propias limitaciones internas, esenciales, iniciando su caída por ese abismo.

Era esta una hipótesis teóricamente plausible desde sus esquemas que se haría realidad poco tiempo después, en la crisis de 1830 y sobre todo en la de 1848, como veremos. La crítica marxista de la economía política surge precisamente a partir de ese miedoso vacío burgués, en el contexto de crisis cada vez más duras, recordemos la de 1871, desarrollando un método dialéctico frontalmente opuesto al burgués ya que donde éste veía las soluciones y las respuestas, aquél ve los problemas y las preguntas. O sea, se ha dado la vuelta al calcetín. La reacción burguesa no se hizo esperar apareciendo en forma de marginalismo, como hemos dicho. Pero la tenebrosa y estremecedora duda planteada por los clásicos se transformó en la espantosa hecatombe de 1929, demostrando la nulidad irracional del marginalismo. En medio de revueltas, masacres y guerras, algunas burguesías comprendieron que para aplastar al «peligro comunista» debían dar un giro de 180º movilizando a su Estado para salvar el capitalismo. La versión más publicitada de este giro fue la keynesiana.

Durante los llamados dos «treinta gloriosos», en un reducido espacio del capitalismo mundial, algunas burguesías aplicaron en las excepcionales condiciones posteriores a la II GM el pacto interclasista denominado por algunos como «Estado keynesiano taylor-fordista». Visto a escala histórico-mundial, fue un espejismo; pero en el capitalismo imperialista sirvió para prolongar su legitimidad durante dos décadas más, hasta finales del siglo XX. Ahora bien, la realidad es contradictoria y siempre se niega a sí misma. Durante1968-1973 emergió a la luz la objetividad siempre negada de la ley de la caída tendencial de la tasa media de beneficio, que se había ido agudizando lustros antes. Desde 1973 el capitalismo arrastra pesados anclajes que le impiden reiniciar una nueva onda larga expansiva a pesar de puntuales repuntes en algunas zonas geográficas y ramas productivas. Mientras tanto, sectores crecientes de la clase dominante volvían desde comienzos de 1950 al marginalismo ultrarreaccionario, aplicándolo mediante atroces dictaduras militares en el Tercer Mundo desde 1960 y sobre todo con Pinochet desde 1973.

2.-

Hemos hablado de las crisis de 1830, 1846, 1871, 1929, 1968… que no son estrictamente económicas, sino que también lo son sociopolíticas. Lo hemos hecho porque la teoría marxista de la crisis sostiene que si bien éstas surgen por razones internas, endógenas al desarrollo de las contradicciones económicas, sin embargo y a la vez, simultáneamente, tienen también causas sociales, de lucha de clases entre el capital y el trabajo, inseparables del devenir económico. Ahora bien, si nacen de las contradicciones socioeconómicas, su agravamiento posterior va adquiriendo cada vez más contenido político, y sobre todo, su salida siempre es política. Como proceso, las crisis van siendo cada vez más inseparables de las decisiones políticas de la burguesía, pero también de las clases y naciones oprimidas.

Por ejemplo, la crisis de 2007 no se inició realmente entonces, porque podemos rastrear sus causas remotas, muy profundas, ya en la primera crisis financiera holandesa del primer tercio del siglo XVII, pero acercándonos al presente, vemos que ya desde mediados de la década de 1990 y en especial desde 1997 se acumulaban las contradicciones que fueron confluyendo, tras el corralito de 2001, en el estallido de 2007. A lo largo de esto años es imposible separar las causas únicamente financieras, de las causadas por la tendencia a la caída de beneficio, de las decisiones políticas y de la lucha de las clases y de los pueblos explotados; pero lo que ya es manifiestamente innegable es que desde 2007 hasta ahora las decisiones políticas y las contradicciones interimperialistas, así como las resistencias de los pueblos, influyen determinantemente en su evolución.

La razón básica de las crisis radica en la ley de la caída tendencial de la tasa de beneficio, ley siempre negada por la burguesía y cuestionada parcial o totalmente por el reformismo ya que ella nos explica por qué, tarde o temprano, reaparecen las crisis, y por qué son más graves cada vez. Los Estados disponen de seis contratendencias básicas que pueden retrasar durante tiempo la agudización de la ley tendencial, lo que demuestra tanto la importancia vital de los Estados como de la lucha de clases, así como que al final siempre dispone de la salida represiva extrema y/o de la guerra para resolver el problema durante unos años. Sobre esta ley tendencial actúan otras tres causas menores de la crisis, por orden: la sobreprodución de capitales excedentarios; la desproporción entre la producción de bienes de producción, o sector I, y la producción de bienes se consumo, o sector II; y el subconsumo. Según contextos, coyunturas y circunstancias, varía el orden de interacción de estas cuatros razones de la crisis, siempre sobre el fondo de la caída prolongada del beneficio.

Cada vez más desde finales de la década de 1960 irrumpen negativamente en la economía otras tres contradicciones profundas del capitalismo: los sobrecostos añadidos de la crisis socioecológica en agravamiento; los sobrecostos improductivos a medio plazo de la militarización; y los sobrecostos añadidos del agotamiento de las reservas materiales y energéticas, de manera que ahora mismo, el capital mundial se enfrenta a obstáculos estructurales de una gravedad cualitativamente superior a la de la crisis de 1929-33-39, de la que salió gracias a la IIGM.

3.-

2007 es el detonante que produce el salto de una fase a otra de la crisis que se venía incubándose en un primer momento, desde la política de liberalización financiera impuesta sobre todo a finales de los ‘80 y en lo esencial con las dificultades del neoliberalismo desde 1973 para reactivar realmente la economía en su conjunto, que no únicamente en algunas de sus áreas. Ahora, a mediados de 2013, todos los datos y tendencias fuertes indican la prolongación de la crisis mundial y el agravamiento de bastantes de sus componentes internos. Es en este contexto, y no en otro irreal, donde tenemos que preguntarnos sobre el por qué salir del capitalismo en crisis y a dónde debemos dirigirnos. Las razones para salir del capitalismo en crisis son las mismas que las que existían 1848, fecha del Manifiesto Comunista , pero agudizadas y ampliadas tanto por el aumento de la brutalidad imperialista como por la reducción de alternativas de futuro. En el Manifiesto Comunista se advierte que la burguesía es un brujo que ya no puede domeñar las fuerzas infernales que ha desatado con sus conjuros. Años después, en el Anti-Dühring se nos dice que el capitalismo es un tren lanzado a toda presión cuyo maquinista no puede activar el freno.

Las advertencias marxistas en este sentido irán en aumento, siendo superadas por la creciente irracionalidad de un sistema inicuo que en 2012 echaba a la basura la mitad de los alimentos producidos, cuando en 2011 se hubiera acabado con el hambre en el mundo sólo con el 1% del rescate bancario global. No hace falta seguir aportando datos y porcentajes. En la década de 1980 los marxistas discutimos sobre la teoría del exterminismo, que era la adecuación al contexto de entonces de la tesis de Socialismo o Barbarie de 1915, de Caos o Comunismo de 1919, o de la proximidad de la catástrofe mundial a finales de los ’30. Ahora, a las espeluznantes verdades científicas sobre el invierno nuclear confirmadas desde mediados de los ’80 hay que sumarles los efectos aniquiladores de la guerra bioquímica, de la guerra espacial y de la ciberguerra. El capital es el brujo enceguecido en su loca soberbia, es el maquinista incapaz de detener el tren que ha puesto en marcha y se precipita al desastre. Ya lo había advertido el Manifiesto Comunista : la lucha de clases puede terminar en el exterminio mutuo de los bandos enfrentados.

Las razones para salirnos del capitalismo son innegables y urgentes, son razones humanas y políticas, que en nivel actual de gravedad vienen a ser lo mismo. ¿Pero salirnos cómo y hacia dónde? La sociedad burguesa no va a implosionar, colapsando por ella misma en una especie de derrumbe súbito e inesperado. Semejante catastrofismo podría ser incluso una desesperada pero vana ilusión ante el terrible futuro que nos aguarda si no acabamos antes con la dictadura del capital. El modo de producción capitalista puede prolongar su existencia retrocediendo en las condiciones de vida y trabajo de la humanidad explotada pero mejorando las condiciones de vida de la burguesía, de modo que a la depauperación relativa en aumento se le añadan franjas mayores en depauperación absoluta. La civilización del capital siempre encontrará fieles peones egoístas en las burguesías clientelares y dependientes que ayudarán a explotar a sus pueblos, aniquilando toda oposición interna cuando fuera necesario. Las presiones económicas y guerras locales cada vez más duras y cercanas, intimidarán a las burguesías menos dóciles obligándoles a acatar la dura hegemonía del imperialismo occidental, que siempre podrá recurrir a la guerra más atroz.

Por tanto, la perspectiva de salir del capitalismo sólo puede pasar por la lucha revolucionaria para acabar con él, lo que nos lleva a la cuestión crucial del problema del poder político como quintaesencia de la economía, como economía concentrada. Insistimos en que no hay que entender lo económico como enfrentado a lo político, sino como elementos de la misma realidad. Desde esta posición, el camino no es otro que el de avanzar en la toma del poder, que a la vez es la construcción de un poder estatal nuevo, un Estado obrero. Cuando hablamos de toma del poder nos referimos a la cuestión clave del poder popular, del poder del pueblo en armas que vigila desde fuera del Estado y de las instituciones para que estas no se corrompan, no degeneren en burocracias con intereses propios enfrentados al pueblo. El pueblo trabajador debe dirigir al Estado y a las instituciones, vigilándolas desde fuera de sus múltiples tentáculos corruptores, y acelerando su autoextinción.

La respuesta a la pregunta de hacia dónde salir, hacia eso que llaman tan imprecisa y ambiguamente como «postcapitalismo», o hacia el socialismo, queda encauzada por lo dicho arriba: el camino anuncia la dirección. No es tan cierto que no hay camino, que se hace camino al andar. Tras casi dos siglos de lucha revolucionaria obrera sostenida en las peores condiciones, podemos decir que sí existe una teoría básica que nos advierte de los errores que no debemos cometer de nuevo, y de algunos aciertos que muy probablemente nos valgan. Teoría que, en parte, podemos empezar a aplicarla dentro incluso del capitalismo actual si tenemos decisión política de hacerlo y la fuerza de masas suficiente. Por ejemplo, la crucial reivindicación del tiempo libre y crítico: una de las medidas inmediatas que ha de acometer todo poder popular y obrero es la de la reducción drástica del tiempo de trabajo asalariado para ampliar el tiempo libre, y para ampliar la oferta de puestos de trabajo, reduciendo el desempleo lo más posible.

Por ejemplo, la nacionalización de la banca, el fin de la doble contabilidad, la reforma fiscal justa, el control obrero y la recuperación de empresas, la nacionalización de las grandes propiedades cerradas y abandonadas y de capitales improductivos y especulativos, la prohibición de fuga de capitales, la planificación socioeconómica desde criterios ecologistas; la nacionalización de la tierra y de la vivienda como derecho/necesidad, la nacionalización de los transportes y de los servicios públicos y sociales; la depuración drástica de los aparatos represivos en su globalidad, la creación de milicias populares como antesala del pueblo en armas, la reforma drástica de la justicia, la socialización de la prensa, la vivienda pública para los colectivos y las personas que quieran vivir otras afectividades, amores y placeres sexuales, en comuna o en pareja; la laicización social y el derecho a todas las creencias….

Muchas, que no todas, de estas medidas pueden ser tomadas ya ahora mismo en un proceso ascendente siempre que haya decisión política impulsada y sostenida por una mayoría obrera y popular, como ocurre en muchos pueblos de Euskal Herria ahora mismo, y otras muchas deben ser divulgadas ya, debatidas públicamente mediante la democracia popular, antesala de la democracia socialista. Se debe socializar y popularizar el debate crítico sobre todas estas cuestiones decisivas a corto y a largo plazo.

Y debe debatirse públicamente, sin miedo, sobre la preparación de cuatro avances fundamentales sin los cuales el capitalismo volverá a renacer como el ave Fénix tras su muerte: Uno, la necesidad de superar históricamente la propiedad privada, la ley del valor-trabajo y la mercantilización de la vida. Dos, la necesidad de superar la explotación sexo-económica y el sistema patriarco-burgués como pilares actuales de la larga dominación y opresión humana. Tres, la necesidad establecer una solidaridad internacionalista entre los pueblos que no esté regida por la transferencia de valor a escala internacional sino por los principios socialistas. Y cuatro, la necesidad de medir y valorar el desarrollo socioeconómico desde parámetros no burgueses, sino desde criterios insertos en las leyes de la termodinámica y de la disipación de la energía, sabiendo que vivimos en un mundo finito en el que la racionalización del gasto energético es axioma científico-crítico.

Lo que aquí se plantea en modo alguno es utopía. Es una necesidad consciente. La utopía fue una fase del deseo humano constreñido por la dictadura de la necesidad ciega. Debemos dar el paso a la libertad comunista que es la superación consciente de la necesidad, en una espiral creativa sin fin.

martes, 25 de junio de 2013

La cuadratura de círculo

Como bien saben los lectores, el objetivo de esta columna es poner a Rubalcaba y al PSOE ante el espejo, poniendo de manifiesto su parecido a la figura clásica de Dr. Jekyll y Mr. Hyde cuando están en la oposición, como ahora, o, por el contrario, cuando se han ocupado del Gobierno.

Normalmente esta columna se ocupa de analizar las diferencias de postura en los temas políticos más variopintos. Pero en esta ocasión, y con el permiso de los lectores, nos vemos en la obligación de comentar un fenómeno inédito hasta ahora en la labor de ‘oposición’ del PSOE: la propuesta de pacto de Estado al PP sin límites definidos, la cuadratura del círculo en política de oposición.

Rubalcaba lleva semanas proclamando a los cuatro vientos la necesidad de un pacto de Estado con el Partido Popular, la coartada para el mismo es “fortalecer la imagen de España”. Dicho pacto, en un principio se circunscribía a establecer una posición común ante las instituciones europeas, principalmente ante la ‘troika’. Pero según han ido avanzando las semanas la apuesta ha subido y Rubalcaba ha ofrecido al PP y a quien le quiera escuchar un gran pacto contra el desempleo.

Es decir, el que fuera vicepresidente del Gobierno que abrió la puerta a las reformas laborales salvajes quiere un pacto sobre el empleo con el presidente del Gobierno que ha llevado a cabo una reforma laboral que es un arma social de destrucción masiva.

Ya no sólo vemos un Rubalcaba que desde la oposición contradecía ante cada micrófono que encontraba lo que hizo el último Gobierno en el que participó. Ahora encontramos un líder del PSOE que contradice su propia labor de ‘oposición’.

Rubalcaba considera que con esto va a parar su sangría electoral, pero hace la lectura incorrecta, porque los votos del PSOE se van hacia posiciones políticas auténticamente beligerantes con la ‘troika’ y el capitalismo.

Y, por si fuera poco, carga aún más de razón ese grito que recorre calles y plazas de nuestro país “PSOE, PP, la misma mierda es”. El social-liberalismo español ha llegado a su punto álgido y ha decidido interpretar la máxima socialdemócrata a su manera, estando dispuesto a crear un Partido Popular ‘con rostro humano’. Que les vaya bonito.

viernes, 3 de mayo de 2013

Comunidad valenciana

Valencianos “ciegos"
Si los valencianos siguen votando al Partido Popular después del reportaje emitido en el programa ‘Salvados’ de La Sexta TV sobre el accidente de metro del 2006, no tienen perdón. O son corruptos como sus políticos o tienen un grave problema cognitivo, por decirlo finamente.

Todo lo que no se ha dicho nunca en Canal 9, ya que sus directivos se han encargado de censurarlo, lo pudimos ver y escuchar el pasado domingo en la Sexta TV y más concretamente en el Programa ‘Salvados’ que dirige Jordi Évole.

La televisión valenciana y gran parte de la prensa de esa comunidad ha sido cómplice de los dirigentes políticos que participaron en este escándalo. Mientras su presidente Camps iba proclamando al mundo el ejemplo en que se había convertido la Comunidad Valenciana, su propio partido y su propio gobierno tapaba un escándalo en donde hubo un montón de delitos que siguen sin enjuiciar y resolver.

La Comunidad Valencia encabeza todos los rankings de corrupción y aunque sus grandes líderes no hayan sido condenados, los ciudadanos sabemos que no son de fiar. Lo debemos saber toda España menos los propios valencianos que a pesar del expolio siguen votándoles fielmente.

Vimos en el programa Salvados cómo quisieron comprar a las víctimas con puestos de trabajo para que retirasen las denuncias, cómo los visitaba Cotino, con su carita de Opus Dei, dándoles su móvil personal para que le llamasen ante cualquier duda ( el objetivo era que no denunciasen), cómo instruyeron a los que declararon en el juicio. Todos dijeron las mismas frases, las mismas mentiras.

También nos avergonzamos viendo cómo aumentaron el sueldo a los que declararon con más entusiasmo, Cómo desapareció el libro de seguridad. Cómo Cotino se hacía pasar por su hermano para no responder al periodista y finalmente unas vergonzosas imágenes de este impresentable político, irónico, cínico y ruin negándose a contestar a los periodistas entre falsas sonrisas.

Los dirigentes valencianos, todos ellos del Partido Popular quedaron como una auténtica basura. Ahora son los ciudadanos los que tienen que decidir. Ya no pueden decir que no lo vieron.

jueves, 28 de febrero de 2013

Toni canto y la idiotez de un politico

Toni Cantó. Explicación científica a la gilipollez inexplicable

Le sigo dando vueltas al tema que relaciona al oportunista actor y político Toni Cantó con la violencia de género. Lejos de la ironía más o menos acertada con la que argumento en muchas ocasiones mis textos, me estoy dando cuenta de que la ligereza con la que personas de este tipo hablan de temas tan importantes, podría ser directamente proporcional a la lentitud de regeneración de sus neuronas. Lo que técnicamente se conoce como neurogénesis.

Sinceramente creo que no hay que culpar a este tipo de personajes ni de sus propios comentarios. Lejos de pensar en alguna enajenación transitoria, habría que buscar otros motivos para entender esa facultad innata de cagarla de forma estrepitosa y sin consuelo, prescindiendo así de las valoraciones personales como barómetro de medida en cuestiones de intelectualidad de este tipo de políticos que dicen representarnos.

Si este comentario hubiere o hubiese venido de una persona diagnosticada de Alzheimer, no creo que la más mínima parte de la opinión pública hubiera o hubiese tomado interés en recriminar al actor/político/modelo que, según dice una amiga mía, -no entro en valoraciones-, tiene la boca bonita.

Desde el punto de vista holístico en el concepto humano, resulta abrumador pensar en la cantidad de motivos que, desde el desconocimiento de la vida y milagros de este Orestes de turno, han llevado a dicho personaje a realizar tales citas. Unas afirmaciones propias de engendros mediáticos a la altura de otras lindezas como "nunca he leído un libro porque no tengo tiempo y por eso compro discos", "perdimos porque no ganamos" o aquella de "las películas de hoy son muy raras porque te hacen pensar".

Buscando en la basura, podríamos pensar en la emoción del momento y atribuirlo a una posible y desmedida ingesta de alcohol en su juventud que está demostrado frena el proceso de maduración del cerebro. También a una escasa actividad física, que constituye del mismo modo a una desaceleración de la regeneración neuronal; a algún golpe o simplemente a un proceso derivado y asociado a un mal despertar. Desde la honestidad, creo que es imposible decir tal gilipollez y con eso pensar se está defendiendo algo para algún sector de la población.

Tenemos que terminar con los malos tratos y hacer lo posible por entender, de una vez por todas, que existe una mayoría. La de las mujeres maltratadas que no denuncian por miedo al hijo de la gran puta que tienen al lado. Y también nos podíamos plantear recoger muchos millones de firmas para que los incompetentes políticos gilipollas del tipo Cantó, desaparezcan de la estructura ¿dirigente?


sábado, 2 de febrero de 2013

Los escaldos


Los Escaldos

Los escaldos eran poetas-guerreros vikingos, itinerantes que acudían o seguían a los reyes y los grandes señores. Aunque este arte se desarrolló en el continente, acabó siendo una especialidad islandesa tan apreciada en su propio país como en los reinos nórdicos y las Islas Británicas. Algunos llegaron a tener su propia saga, como Gunlaug lengua de víbora. Escucharemos a una reina vikinga, Thyre, contar el mítico origen de ese arte que les legó el mismísimo Odín: “Hubo un tiempo en que las dos razas de dioses, aser y vanir, estuvieron enemistadas. En un determinado momento, hubo un encuentro para hacer las paces. Como símbolo de su reconciliación, pusieron una cuba en medio de todos y escupieron en ella. Más tarde, los dioses, sabiendo que aquella manifestación de la paz entre ambas razas era algo muy poderoso, hicieron con su contenido a un ser, al que llamaron Kvasir y que, con el tiempo, fue considerado tan sabio que no había pregunta que no supiese responder, aunque su principal virtud era el arte poético. Un día, Kvasir salió a dar una vuelta por los mundos que habitaban los distintos seres. Así llegó a la casa de los enanos Fialar y Galar que, conociendo la historia de su creación, decidieron matarlo. Con su sangre mezclada con miel, llenaron tres recipientes. Y aquel hidromiel resultante era tan poderoso que todo aquél que lo bebía se hacía poeta y sabio, como lo había sido el propio Kvasir. Poco después, aquellos enanos mataron al padre de un gigante llamado Suttung, al que después tuvieron que entregar todo el hidromiel a cambio de que él no los matase a ellos. Pasó el tiempo. Un día que Odín estaba viajando por los mundos bajo el nombre de Bolberk, se encontró con un grupo de enanos que estaban segando el campo. Para entablar conversación y algo más, el dios se ofreció a afilarles las guadañas con su piedra de afilar. Viendo lo bien que cortaban después, los campesinos quisieron comprarle la piedra. Ante la negativa de éste, se pusieron violentos hasta el punto de que Odín tuvo que lanzarla al aire. Todos los enanos se abalanzaron inmediatamente sobre ella, pero se cortaron mutuamente las cabezas con sus bien afiladas guadañas. Estos campesinos trabajaban para el gigante Baugi, hermano de Suttong. Como, de pronto, se encontró sin nadie que le segase los campos, aceptó la oferta de aquel magnífico Odín, que prometió hacer él mismo el trabajo de todos ellos a cambio de un trago del famoso hidromiel que guardaba celosamente a su hermano. Baugi prometió ayudarlo a convencer a Suttong. Al terminar la siega, ambos fueron a su guarida. Pero Suttong se negó a entregar a aquel extraño una sola gota de su preciado hidromiel, aunque accedió a que permaneciera allí las tres noches de cortesía, tal como era habitual con un visitante. Odín consiguió hacer un agujero en la pared, por el que pasó transformado en serpiente hasta la habitación de Gunnlod, la hija del gigante. Durmió con ella las tres noches, después de las cuales la joven giganta le dejó probar el hidromiel de su padre. Pero Odín no se conformó con un traguito, sino que se bebió los tres recipientes completos. Una vez que consiguió su propósito, se transformó en águila y echó a volar hacia el Asgard. Los dioses le estaban esperando con sendas cubas, en las que vomitó el hidromiel. No todo se recogió en estos recipientes, ya que hubo una pequeña parte que se le escapó al águila/Odín por el orificio trasero. Esa parte se dice que es la que les corresponde a los malos poetas”.

La ciudad de los gorriones

LA CIUDAD QUE SE CONQUISTÓ CON GORRIONES...

En 1029, el rey Olaf II de Noruega volvió del exilio para recuperar el trono perdido frente a los daneses. Al año siguiente, en la batalla de Stiklestad, fue herido de muerte. Junto a Olaf, luchaba su hermano Harald Hardrada que pudo huir con un grupo de fieles. Se contrataron como mercenarios al servicio de Yaroslav I el Sabio, monarca del estado Rus de Kiev (territorio del actual Ucrania, Bielorrusia, Polonia, las Repúblicas Bálticas y parte de Rusia), donde ganaron un gran prestigio que, poco más tarde, les sirvió para formar parte de la Guardia Varega del Imperio Bizantino.

Guardia Varega
Al servicio del imperio luchó en las campañas de Sicilia, donde, gracias a su ingenio, consiguieron tomar una ciudad que parecía inexpugnable. Al grosor y la altura de las fortificaciones había que añadir que disponían de pozos naturales y, además, que disponían de suministros para pasar varios meses de asedio. Harald permaneció durante varios días buscando alguna brecha, punto débil o resquicio por el que poder atacar… nada de nada. De lo que sí se dio cuenta es de que, durante todos los días que estuvo estudiando aquella fortaleza, cientos de gorriones volaban hacia el bosque para buscar alimento para sus crías y luego regresaban a sus nidos en el interior de la ciudad. Ordenó a sus soldados que capturasen el mayor número de pájaros que pudiesen pero solamente los que salían de la ciudad. Ataron a sus patas pequeños trozos de madera, que previamente habían impregnado con brea y azufre, y les prendieron fuego. Los pájaros, asustados, volaron rápidamente hacia sus nidos. Como la mayoría de estos nidos estaban situados en las cornisas de las casas construidas de madera, paja y otros elementos altamente inflamables, cientos de pequeños fuegos comenzaron a devorar la ciudad. Los habitantes de la ciudad salieron huyendo del fuego y pidiendo clemencia. Harald tomó la ciudad y les perdonó la vida.

Muerte de Harald por una flecha en Stamford Bridge
Estos triunfos le supusieron el reconocimiento del emperador bizantino Romano III, pero Harald creía que había llegado el momento de volver a Noruega y reclamar su trono. El emperador no le permitió partir y Harald, con parte de la Guardia Varega, huyó hacía tierras nórdicas. En 1047, fue coronado Harald III de Noruega. Falleció en la batalla de Stamford Bridge (1066) cuando trataba de invadir Inglaterra.
Jo. en 09:12
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martes, 15 de enero de 2013

No hay marcha atrás

La marcha atrás  es imposible 
“La Nación española considera como timbre de honor el acatamiento a la Ley de Dios, según la doctrina de la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana, única verdadera y fe inseparable de la conciencia nacional, que inspirará su legislación”. Me da una enorme grima recordar el artículo 2º de la Ley de Principios del Movimiento Nacional de 17 de mayo de 1958, pero aún me la da mayor el comprobar que por la vía de los hechos, las  actitudes y los comportamientos de la clase dirigente actual caminamos a pasos agigantados hacia su recuperación.

José Ignacio Wert, ministro de Educación, Cultura y Deporte, elimina de un plumazo la asignatura de Educación para la Ciudadanía a cambio de otorgar una preeminencia perdida a la de Religión, Fatima Báñez, ministra de Empleo y Seguridad Social, confía la salida de la crisis que padecemos a la Virgen del Rocío y, más recientemente, Alberto Fabra, presidente de la Comunidad Valenciana, rizando el rizo del esperpento, elabora un nuevo decreto de admisión de alumnos en el que considera al embrión como un hermano ya nacido en el baremo para las matriculaciones escolares. Esta última medida no se le hubiese ocurrido ni al mismísimo dictador, aunque quizás solo fuese atribuible a su escasa imaginación que, sin embargo, demuestran día a día sus herederos intelectuales.

El artículo 30 de nuestro Código Civil establece que “la personalidad se adquiere en el momento del nacimiento con vida, una vez producido el entero desprendimiento del seno materno”. Pero estas son meras zarandajas leguleyas cuando se trata de dar supremacía a una determinada concepción ideológica sobre cualquier otra consideración por mucho que esté fundamentada en la normativa vigente.

Pero una duda de carácter técnico deberá ser despejada para tramitar debidamente la asignación de plazas en los centros escolares valencianos. ¿Cómo se documentará la existencia del singular miembro de la unidad familiar? ¿Con una ecografía del feto debidamente certificada por el ginecólogo o para no crear agravios comparativos con otras mujeres que estén en un estado muy incipiente de gestación -recuérdese que para la Iglesia Católica se es persona desde el mismo momento de la concepción- valdrá el resultado positivo en la prueba del “predictor” realizada ante notario?.

Como se siga por este camino llegará el momento en que se tendrá en cuenta para la baremación de méritos el que los padres estén casados como dios manda y mantengan relaciones sexuales abiertas a la procreación en detrimento de aquellos otros que, habiendo unido su relación civilmente, disfruten de su sexualidad por puro hedonismo y poniendo trabas a la concepción. Aunque, pensándolo bien, quizás esta posibilidad no sea viable por la dificultad de acreditar el mérito ya que el fedatario público que tuviese que certificarlo sería considerado un degenerado mirón. Pero todo se andará, confiemos en la patológica imaginación de nuestros actuales mandatarios.

jueves, 10 de enero de 2013

La impunidad


La impunidad

Los hechos probados: varios dirigentes de Unió Democrática de Catalunya robaron de los fondos europeos para financiar ilegalmente el partido. Fueron varios cientos de miles de euros de una partida para formación de desempleados catalanes. Por ser aún más claros: Unió robó el dinero a los parados. El caso se ha pasado 14 años enredado en los juzgados y, tras esta eternidad, ninguno de los acusados, hoy confesos, han acabado convictos: todos ellos se librarán de la cárcel porque las condenas son inferiores a los dos años. Unió devuelve el dinero y aquí paz y después gloria. Y el que diga lo contrario es un enemigo de la patria catalana.

Por supuesto, el que entonces ya era presidente del partido que robó a los parados sigue ahí, como si nada. Duran i Lleida no pide perdón ni se da por aludido ni mucho menos renuncia al cargo. Ni siquiera ha dicho nada desde que se supo que Unió admitía el delito y devolvía la pasta. La cosa no va con él, a pesar de que en su momento aseguró que dimitiría si se probaba la financiación ilegal de su partido,  que esto era una "campaña política para desacreditarlo". ¿Somos todos esclavos de nuestras palabras o esto no cuenta para los que duermen a diario en el Hotel Palace?

Pero que Duran siga de portavoz de CiU en el Congreso como si nada, dando lecciones de ética a los jornaleros andaluces, no es lo único escandaloso de este caso. Tan preocupante es la generosidad de la fiscalía al ofrecer esta dignísima salida a los corruptos, un pacto que evita a Unió consecuencias aún más graves. Entre bomberos no se pisan la manguera y, además, la U de CiU es el interlocutor del Gobierno ante la Generalitat; tal vez esto también explique esos indultos a otros corruptos del partido de Duran i Lleida hace no tanto.

El mensaje para los ciudadanos es, una vez más, insultante: otra gota más en un vaso cada día más cerca de ser colmado. La corrupción política queda de nuevo impune: es un juego de la oca donde los corruptos pueden acabar con una sentencia suave, con un pacto favorable, con el delito prescrito, con un defecto de forma o con un indulto. ¿Condenado y en la cárcel? Rara vez. Esto es España.


Cartografía de los gritos y el silencio

Las reacciones de los grandes partidos políticos ante el escandaló en Unió dan para un mapa: el de algunas alianzas del poder. A través de ellas, es sencillo seguir algunos pactos, algunas complicidades y algunas hipocresías también.

Desde el Partido Popular, para empezar, se juega a todo a la vez: mientras el PP catalán pide la cabeza del presidente de Unió, el Gobierno de Rajoy calla, que por algo Duran i Lleida es un gran interlocutor y una cuña frente al soberanismo de Artur Mas. De poli malo solo ataca a las claras De Cospedal.

El PSOE, mientras tanto, guarda una extremada cautela ante este escándalo; es una prudencia institucional que alguien debería explicar. Su secretario general, Alfredo Pérez Rubalcaba, dice "comprender" la indignación por lo de Unió, pero prefiere hablar del sueldo de María Dolores De Cospedal

Y como guinda, la funcionaria con más tiempo libre de toda España, Esperanza Aguirre, pide también la dimision de Duran al demostrarse la financiación ilegal de su partido. Tiene gracia que esto lo diga la política cuyas campañas electorales patrocinó en 2003 Gerardo Díaz Ferrán con generosos "donativos" a Fundescam.

miércoles, 9 de enero de 2013

El desprecio de la politica

El desprecio de la política actual

Cada día uno o varios atropellos más, cada día uno o varios despropósitos verbales más. Con risa sin contener, nos cuentan que aprueban “los presupuestos más sociales de la democracia” y lo peor es que en efecto dan vía libre a unas cuentas pero son las más antisociales jamás conocidas. Al menos, desde que esto lo deciden las mayorías electas de Las Cortes. No nos engañemos –si alguno aún lo hace-: en el Parlamento no hay debate, hay exposición de argumentos propios, rodillos de mayorías y protestas de la oposición. Y, mientras, el rosario de graves ofensas de los políticos a la inteligencia de los ciudadanos deja tan atónito que cuesta elegir qué o quién la agrede más.

Como un ejemplo entre cientos ya, los presupuestos. Para saber cuánto merma la inversión en la sociedad (ya está bien de llamarlo malintencionadamente “gasto”) a cambio de sus impuestos, no hay sino mirar las diferentes partidas. Se da un tajo serio a servicios esenciales como sanidad, educación o empleo, a la ciencia, a la cultura, al progreso. Y éste se añade al ya practicado en los de 2012. Cierto que el PP dispone de una chistera estupenda para sacarse nuevos baremos de cálculo -lo ha hecho también en el cómputo del IVA-, pero las habas son las que son. Al Gobierno le gustan las cifras limpitas, maquilladas y presentables, el plato ofrece, sin embargo, la realidad del montante total y cómo se reparte.

Los medios nos cuentan lo que han dicho fulano, mengana y zutano. Acuden a los representantes de los partidos en la oposición que, mire Vd. qué raro, contradicen absolutamente al Gobierno. Solo que tienen razón: los presupuestos van contra la sociedad y son irreales con lo que seremos nosotros quienes paguemos en sangre y en hambre (de todo tipo) el presunto error. El ciudadano esta vez no tiene ni que elegir al político que más “le gusta” –de hecho, apenas le gusta ninguno-, experimenta en su vida los efectos de la afilada tijera. Y se entera.

Los ciudadanos empiezan a saber mucho más de lo que creemos, mucho más que hasta hace bien poco, lo que les afecta. El desprestigio de lo se ha venido en llamar “la clase política” alcanza cotas jamás imaginadas. Con el peligro que tal circunstancia entraña para la democracia. Y los afectados, nuestros representantes, parecen vivir en el Olimpo. ¿Es así realmente? En parte sí, en parte no.

Es injusto meter en el mismo saco a todos los partidos. De esta forma, el PP ha logrado que ahora se culpe “a los políticos” de la situación, cuando antes las responsabilidades eran solo del Gobierno de turno. Eso, al parecer, todavía no lo disciernen los ciudadanos. Pero lo cierto es que no salimos del bucle. Seiscientos mil gallegos y pico han “avalado” las políticas de Rajoy para toda España, o eso dicen los populares. Ha bajado el porcentaje de apoyos, pero ahí está el resultado. Del mismo modo, muchos más ciudadanos en otras comunidades, en el gobierno central y en el Parlamento europeo dieron sus votos al PP en anteriores confrontaciones electorales. El agravante ahora es que los gallegos habían experimentado durante cerca de un año los recortes y renovar la confianza en el gobierno que los practica es un caso inédito en el mundo.

Una y otra vez, buscan salida en “el otro”. Y ahí tenemos al PSOE como un caracol que cargara una cáscara-hogar de cemento que le impide moverse, como no sea dando vueltas sobre sí mismo. Son mucho más activos los partidos con representación minoritaria aunque también padecen de un cierto paquidermismo, cuando no de populista oportunismo. Seguimos en el bucle: la política es la solución, pero la política no funciona. No funcionan los políticos, en realidad.

La evidencia nos muestra –y ése es el grave problema- que los políticos no necesitan el consenso social, no nos necesitan. Clamó el 95% de la población contra la invasión ilegal de Irak y José María Aznar no movió un músculo. Salió media España a la calle en el 15M pidiendo más participación, y apenas hubo cambios en el PSOE. Más aún, ganó el PP las generales. Podemos desgañitarnos contra las políticas antisociales, ineficaces y conducentes a un caos en barrena –cuyo fin ni se vislumbra- que se nos aplican y solo nos ofrecen el diálogo de las porras, las multas y la cárcel. Si un 10% de los votantes se inclina por un partido para que gobierne y prácticamente el resto se abstiene, tiene más valor en la práctica que la crítica del otro 90% si se diera. La ley electoral, el sistema, está así organizado. 

Por eso, solo necesitan hablar para su grupo de incondicionales, conocerles y saber que “entenderán sus medidas” y que, en efecto, creerán que éstos son “los presupuestos más sociales de la democracia” o cualquier otra boutade, que sufrirán en silencio “como dios manda” lo que les echen, porque así “saldremos de la crisis”, que ni siquiera les vinculan las promesas del programa electoral. Como las estrellas del arte, actúan para su público y solo necesitan unos pocos votos más que su principal oponente. La degradación que ellos mismos han hecho de la política, la ínfima calidad de buena parte de sus representes, propician esta situación.

¿Y quién rompe ese bucle? Nosotros, no contamos con mucho más. Seguimos en la eterna dificultad de concluir en reflexiones y hechos los impactos que padecemos. Es descorazonador ver cómo las diarias listas de agravios se meten en el saco de la estupefacción sin más. Es como si nos hubiera caído encima una enfermedad incurable o un pariente desequilibrado que nos agrede y hay que sobrellevar con resignación. Venga, otra tropelía más. Se nos caen los ojos de las órbitas, los recogemos, y a esperar a la siguiente. Los atropellos que traen las noticias, las insistentes estupideces con las que nos bombardean, son reales y tienen consecuencias. Su sitio no es la pared de los desafueros para llorar un poco al mirarla. Están destrozando nuestras vidas. 

Se trata, en primer lugar, de reconducir el proceso del razonamiento. Informarse, relacionar datos, reflexionar sobre ellos, sacar conclusiones y actuar. Sin esa elemental herramienta -ahora tan infrautilizada- somos mucho más vulnerables. De inducir que otros se decidan también a usar su cabeza. De añadir a la tarea a los políticos decentes y lúcidos que apuesten por operar el cambio drástico que se precisa. Y, luego, exigir responsabilidades, buscar argumentos legales, sumar apoyos y romper de una vez este nefasto círculo enfermo –anquilosado, endogámico, incapaz, inepto, alejado de la realidad y de la gente- que está dañando la democracia. Este ordenamiento sociopolítico está colapsando, apelemos a la razón, a la lógica, para buscar salidas antes de que se desaten otras más indeseables aún. Nadie se queja de la política -todo lo contrario, se la ve como tabla de salvación-, se queja de esta política.

domingo, 6 de enero de 2013

La justicia según los griegos

Sócrates y Trasímaco.
     
En el libro I de La República de Platón (427- 347 a C.) aparece un diálogo entre Sócrates y Trasímaco, orador y maestro de retórica. En el texto, Trasímaco mantiene que la Justicia es el medio del que se vale el que manda para obtener provecho del que obedece; la justicia no es otra cosa que lo más conveniente para el más fuerte, el cual consigue que los dominados asuman como propios los valores y propuestas del dominador; es decir el poderoso hace pasar por contenido ético de Estado sus propios intereses. Sócrates, sin mostrar desacuerdo con esas afirmaciones, matiza que, en ocasiones, la voluntad del más fuerte transformada en Derecho es de imposible cumplimiento por el autor y beneficiario de la situación.

He aquí dos posiciones que mutatis mutandi están presentes en la España de nuestros días, la una como hecho evidente y diario y la otra como guía para la acción por parte de la izquierda o por parte de quienes quieran cambiar este estado de cosas.

Cuando la calle y muchas organizaciones políticas y sociales que se sitúan en el campo de la izquierda asumen conceptos como el mercado, la competitividad o el crecimiento sostenido como únicas vías para producir empleo y alcanzar un estado de satisfacción de las necesidades básica no hace otra cosa que hacer buenas las palabras de Trasímaco. Es muy corriente escuchar en la calle o en tertulias de variada condición que la responsabilidad de lo que está pasando está originada porque “hemos vivido por encima de nuestras posibilidades. Tampoco es extraño leer en pretendidas sesudas editoriales que el Estado de Bienestar es imposible de mantener debido a sus altos cos- tes. No falta quien declara de manera altisonante que la prestación de los servicios públicos es más eficiente cuando lo hace la iniciativa privada. Y ni me estoy refiriendo a palabras pronunciadas por políticos o intelectuales orgánicos del sistema sino por ciudadanos corrientes y molientes que abducidos por el discurso oficial defienden directa o indirectamente la sumisión o cuando mucho entran en la descalificación de los políticos como autores únicos de los desaguisados y desarreglos.

Cuando el ministro Wert confiesa paladinamente que la religión en la escuela es una opción política o cuando afirma categóricamente que no pretendo que la educación sea un mundo al margen de la ideología no sólo está desmontando el discurso tramposo del fín de las ideologías tan usado por la derecha sino que señala a cierta izquierda progresista algo que ésta ya había olvidado. La ideología es el conjunto de valores e ideas que vertebran una conducta social; es in separable de la acción y de la vida cotidiana y por ende de la Política.

La conclusión es clara debemos retomar los valores, los principios, los hábitos, las grandes palabras y los grandes conceptos ligados a nuestros proyectos y en consecuencia hablar sin miedo del reparto del trabajo y de la riqueza, del vivir de otro modo para que todos podamos vivir, de la honestidad personal como base irrenunciable de la honestidad política, de la abolición de la obsolescencia programada, de la obligatoriedad militante de realizarse culturalmente, de la curiosidad por saber y conocer y de la laicidad en todos los ámbitos de la vida, y no me refiero solamente a la laicidad como contraposición a lo religioso. Quiero decir sin ambages ni circunloquios que el reforzamiento ideológico-cultural en nuestras filas es, en todas las épocas pero en esta especialmente, es la base sin la cual no hay militancia ni capacidad de movilización. La movilización es algo más que la algarada.

El combate de cada día contra la derecha y los que piensan y actúan en derecha, no puede ser siempre frontal ni enrocado en consignas más ruidosas que sugerentes para la gran masa. Cuando Sócrates plantea que a veces el poder no puede cumplir su propia legalidad pareciera que está hablando de los gobiernos habidos en España y especialmente el actual. Con la Constitución actual en la mano, por no decir con la Declaración de DDHH, el Gobierno está fuera de la Ley. Esa es una circunstancia que debemos aprovechar con inteligencia, rotundidad y con más frecuencia. Situar al adversario fuera de la ley que dice representar y defender, es buscar la deslegitimación y descalificación del mismo ante esa opinión pública, e incluso publicada. Reparen los lectores en el reduccionismo que se está haciendo con la Declaración antes citada; léanla y observarán como a partir del artículo 21 desaparecen todas las referencia en discursos, editoriales y tertulias.

Si conseguimos que ante la mayoría social (la que nos interesa) quede demostrada la falta de legalidad y legitimidad del Gobierno y los poderes a los que sirve habremos empezado a socavar el andamiaje tramposo al que se refería Sócrates.

jueves, 3 de enero de 2013

Ejemplo a seguir

A fin de iniciar el año con alguna nueva estimulante acerca de la condición humana, me quedo con una referencia al presidente de Uruguay, José Mújica, de quien hace algo más de un mes leí una interesante información publicada en la BBC bajo el titular Cómo vive José Mújica, el presidente más pobre del mundo. El reportaje del prestigioso canal británico se iniciaba en una zona rural de Montevideo, donde sigue residiendo el primer mandatario de aquel país, ajeno a las ínfulas y prebendas de su cargo. Contaba el periodista que la primera panorámica de la casa permitía distinguir la ropa de Mújica y de su esposa, Lucía Topalansky, tendida al aire de la mañana de la primavera austral. El presidente estaba sentado a la sombra, a la entrada del portalón, vestido con un pantalón de algodón, polo y chaqueta deportiva. Le acompañaba Manuela, una pequeña perra con la pata amputada:

“No tengo religión, pero soy casi panteísta: admiro la naturaleza”, dice durante una larga conversación exclusiva con BBC Mundo. “La admiro casi como quien admira la magia”. Suena un teléfono y Mujica saca del bolsillo un viejo celular plegable, atado con una banda elástica. La banda se rompe, pero el presidente le hace un nudo mientras habla. Y vuelve a colocarla alrededor de su móvil. “No me disfrazo de presidente y sigo siendo como era”, comenta. Su imagen no encaja necesariamente con la de un jefe de Estado del siglo XXI. No usa Twitter ni correo electrónico y en su tiempo libre se dedica a cultivar flores y hortalizas. Dona casi 90% de su sueldo para caridad y según su última declaración de bienes tiene con Topolansky un patrimonio de unos 200.000 dólares: la chacra [granja], dos viejos autos Volkswagen “escarabajo” y tres tractores.Es un estilo de vida que no ha pasado desapercibido en la prensa internacional y las redes sociales, que lo han llamado el “presidente más pobre del mundo”.

Si hago esta referencia es porque, a raíz de la grave enfermedad que afecta al presidente de Venezuela, Hugo Chávez Frías, operado hace casi un mes en la Habana, no han dejado de desatarse los rumores más adversos acerca de su posible recuperación, entre los que se llegó a especular con la posibilidad y hasta la certidumbre de su muerte. Esta burda, interesada e indigna campaña mediática -fomentada por sus adversarios políticos-, como la que acompañó a la recuperación de Fidel Castro hace seis años y dio por fallecido repetidas veces al líder de la revolución cubana, contrasta con las palabras que José Mújica ha dispensado recientemente a su colega venezolano.

Pepe, como los uruguayos llaman a su presidente, tras reconocer el papel que Chávez está desempeñando en la región, ha sido muy breve y sumamente explícito: “Yo todavía no he podido creer en Dios, pero si tan importante señor existe, espero que le dé una mano a los pobres de América Latina defendiendo la salud del Comandante”.